"El mundo es un gran teatro, y los hombres y mujeres son actores. Todos hacen sus entradas y sus mutis y diversos papeles en su vida. Los actos, siete edades. Primero, la criatura, hipando y vomitando en brazos de su ama. Después, el chiquillo quejumbroso que, a desgano, con cartera y radiante cara matinal, cual caracol se arrastra hacia la escuela. Después, el amante, suspirando como un horno y componiendo baladas dolientes a la ceja de su amada. Y el soldado, con bigotes de felino y pasmosos juramentos, celoso de su honra, vehemente y peleón, buscando la burbuja de la fama hasta en la boca del cañón. Y el juez, que, con su oronda panza llena de capones, ojos graves y barba recortada, sabios aforismos y citas consabidas, hace su papel. La sexta edad nos trae al viejo enflaquecido en zapatillas, lentes en las napias y bolsa al costado; con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas para tan huesudas zancas; y su gran voz varonil, que vuelve a sonar aniñada, le pita y silba al hablar. La escena final de tan singular y variada historia es la segunda niñez y el olvido total, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada."

Shakespeare

La vida seria insuportable sin el recuerdo de la muerte, eterna agonia en espera del dia. Si somos seres finitos, para que hozar vivir, si lo unico es que aqui solo esperas. Esperas ser bueno, esperas ser alguien. Pero alguien muere, y si muere, no es nada. Ridicule affaire, mais l'unique option. Lève la tête, il y a rien.

Diego Millan

-¿Qué habrá al otro lado?

- Bueno, hay varios rumores. Unos dicen que es un lugar donde no hay más que tristeza y desesperanza. Otros dicen que es un desierto de ilusiones. En mi opinión, creo que allá los perros son gatos y los gatos son hombres. No sabés que hora es ni que día ni que año pero no importa porque allá un siglo es un día y un día es una eternidad. Te sentís como en casa. Aunque claro que nadie lo sabe con certeza, lo más probable es que no haya nada.

-Solo hay una forma de saberlo.

Maria Quiceno

La vie en rose. Edith Piaf. Me gustaría que pasara asi. Un día, una hora, por lo menos un minuto. Nada más. Me gustaría ver un otoño naranja, un mar de hojas que han caído sobre el suelo iluminado por un sol rojo y ardiente. No tan ardiente, pero alcanzar a sentir un calor que pueda equilibrar todo el frío que he sentido durante mis días de soledad.

Un café, un cigarrillo, un buen libro, al lado del mar infinito, y la muerte de un sol redondo y rojizo en el oeste, que me recuerda cuán mínima y banal soy. El cigarrillo... tan perfecto y tan fatal, es como un terrible amor, un amor destructivo, como un placer prohibido, te satisface sin medida alguna, y al final termina matándote. Y el fantástico humo, nada más bello que eso. Se va, libre y suavemente, como si se pudiera sentir su libertad y sus deseos de volar a través de los poros.

Tal vez no un otoño, un verano serviría. En Sete, o en Provence. Provence... Sólo puedo imaginar los campos de lavanda, que forman una danza sincronizada por la melodía del viento. Una danza violeta, cuya belleza y suavidad sobrepasan, y de eso estoy segura, cualquier ballet ruso, cualquier danza existente en este mundo. También puedo imaginar el silencio, tan puro, tan...lento. Una sinfonía perfecta.

Y así, de esta forma, ir olvidando todo, sin extrañar nada, tristezas, amarguras, desamores, placeres, risas, pasiones... y sentirme afortunada, por el hecho de saber que hoy, en este momento, mi vida comienza a tu lado.