La vie en rose. Edith Piaf. Me gustaría que pasara asi. Un día, una hora, por lo menos un minuto. Nada más. Me gustaría ver un otoño naranja, un mar de hojas que han caído sobre el suelo iluminado por un sol rojo y ardiente. No tan ardiente, pero alcanzar a sentir un calor que pueda equilibrar todo el frío que he sentido durante mis días de soledad.

Un café, un cigarrillo, un buen libro, al lado del mar infinito, y la muerte de un sol redondo y rojizo en el oeste, que me recuerda cuán mínima y banal soy. El cigarrillo... tan perfecto y tan fatal, es como un terrible amor, un amor destructivo, como un placer prohibido, te satisface sin medida alguna, y al final termina matándote. Y el fantástico humo, nada más bello que eso. Se va, libre y suavemente, como si se pudiera sentir su libertad y sus deseos de volar a través de los poros.

Tal vez no un otoño, un verano serviría. En Sete, o en Provence. Provence... Sólo puedo imaginar los campos de lavanda, que forman una danza sincronizada por la melodía del viento. Una danza violeta, cuya belleza y suavidad sobrepasan, y de eso estoy segura, cualquier ballet ruso, cualquier danza existente en este mundo. También puedo imaginar el silencio, tan puro, tan...lento. Una sinfonía perfecta.

Y así, de esta forma, ir olvidando todo, sin extrañar nada, tristezas, amarguras, desamores, placeres, risas, pasiones... y sentirme afortunada, por el hecho de saber que hoy, en este momento, mi vida comienza a tu lado.